viernes, 19 de mayo de 2006

¿PAZ en la Pecera?

Dos peces encarnados nadan felices y relucientes silenciosos se deslizan tocando las paredes y el filoso coral / Sus bocas redondas se apartan bruscamente frente a unos ojos grises que los indagan / Silencioso el gato, inmóvil como una roca jaspeada su húmeda nariz contra el vidrio, y los ojos fraccionados centellantes / Cuando micifuz reparte zarpazos una pequeña mano le detiene es la dulce niña de la casa quien prolonga la paz en la pecera /

[Iván Jácome Ramírez]

Llevo un par de semanas trabajando en un café. Así no pienso tanto. Así no vivo tanto... Tengo autonomía económica, y cierta libertad horaria. Al final del día, lavo mis manos con los residuos del día muerto... Pero el encierro pesa, la vulneración aparece, y al final todos somos presas para posibles depredadores... Y aunque no es un Micifuz, el olor a carne vulnerada siempre es apetecido. Y siempre hay depredadores cerca... ¿Ser devorador o querer ser devorado?...

Maldita Dicotomía del Pecador que NO ha pecado.

Bailé y me perdí entre grados, el otro día, y anteayer igual. Y NO me gustó. Ya NO me gusto... Y al otro lado de la línea; historias inconclusas y promesas de un amor eterno [con ruegos por eliminar fechas límites entre paréntesis]... Me hace falta mi mitad. Mi cable conector a una subrealidad de a dos nomás... Me hace falta el cliché de todo va a estar bien. Porque no es una frase más, es la certeza en piel de que así es... Y te ríes de las historias que te cuento. Porque mi aliento a distancia, todavía sabe a Tí.

¿Cómo matar el tiempo, antes que el tiempo me mate a mí?...

Y si viajo de nuevo? Y si no? Y si de pronto no estás y yo tampoco? Me esperas? Por qué no me cuentas las historias de tus depredadoras?... Malditas inseguridades por vivir en un vaso de agua y tener la sangre fría...

La historia del pez y la escrita en mi cabeza, no tienen mucha diferencia...

No me gustan las historias al oído que huelen a mentiras. No me gustan las estrategias ni las sonrisas acrílicas. Y tu mirada, que no es la mía. No me gustan tus ojos gatunos. No me gusta que No sean Sus ojos.

Micifuz está detrás de mi acuario, y tiene los ojos puestos en la presa. La presa responde al estímulo y se acerca y huye a la vez. Lo que Micifuz NO sabe, es que esta presa tiene solo un nombre tatuado en la cabeza. Uno que me canta entre escamas. Uno que me canta promesas de amor eterno, aquietando estas aguas.

Lo que Micifuz No sabe, es que juego limpio.
Y que mi carne y mi alma, se vuelven humanos, solo cuando el eco grita Su Nombre.