martes, 13 de febrero de 2007

Despegar (¿O desapegarme?)

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Ignacio y yo, en Laguna Verde (Ojo que tiene 12 apenas y mide 1,78)

Ignacio se cayó ayer en el sur.

Mientras escondía mis pies manchados con su sangre caliente, y escondía la que había caído en sus DC hiphoperas nuevecitas, él me miraba, y me decía en silencio algo asi como tranquilízate. Estábamos los dos en el columpio cuando pasó. Y claramente la Psicología se me fue a la mierda. Lo abracé cuando pude y me largué a llorar por estar ausente para protegerlo. Para cuidarlo de todos los malos, incluidos los columpios asesinos rompe cabezas.

Hoy en el desayuno del hotel, mientras el Ignacio me reclamba el porqué todos los días nos daban el mismo desayuno, me dijo que ayer pensó que se moría. No por la herida, ni la profundidad, ni la sangre espesa manchando su carita. Pensó que se moría porque me sintió llorando fuerte. Me sintió porque no me vió (menos mal que en eso al menos tuve cuidado), y se asustó. Yo siempre fuerte. Yo siempre clara.

Ayer no.

Una de las cosas que me dijeron ayer, fue que por eso tardé y me costó tanto salir de mi casa. Ser mamá de los hermanos chicos es siempre difícil. Y lo más difícil, es que ahora me tengo que despegar. Tengo que dejar Antofagasta.

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