Es raro volver a vivir en la ciudad que nací.
Me conozco casi todas las calles, los desvíos, las picadas, y aunque todavía me pierdo a veces, y ni puta idea como funciona el Transantiago, me gusta estar acá. Me gusta y me siento más feliz que antes. No tengo mi banda ancha, ni pieza con dirección propia. Mientras tanto soy a-llegada. ¡Uf! Hasta que crean que soy Psicóloga, u omitan la falta de experiencia. Tengo ganas de mascar esta ciudad. Devorar todos sus rinconcitos ahumados y colorinches. Es rarísimo ser turista y provinciana de un lugar al que se pertenece. Porque me siento vertiginosa provinciana y cosmopolita. Con el llamo en la frente como se dice en Antofagasta. Como dice mi gente, la de allá. Porque también los recuerdos me claman, me murmuran y me persiguen. Y mientras tanto saco fotos. Para almacenar todas las visiones, todas las personas, todas las historias. Tanta gente me falta por querer. Tantas cosas de las cuales apropiarme.
Mientras tanto amo. Y ahora yo soy, quien está a distancia.
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