miércoles, 11 de enero de 2006

Torta Agridulce

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Me devoré un trozo de torta de frambuesa y todavía no sé cuantos litros de mango sour, bajo el auspicio del orgullo paternalista de mi padre. Me cantaron cumple atrasado con la broma ya añeja de las velas que no se apagan. Me reí bien fuerte y a pesar que había gente querida, había una que otra mirada extraña, esas temidas, malévolas y siempre sangrantes.

Lo de los cumpleaños es algo bien jevi. Cada año van llegando nuevos y se van quedando otros, más pacientes. Este año habían tres personas más en mi mesa (4 fueron el saldo favorable de mi 2005 atroz)... Por uno, siento más que por los otros tres. Ellos lo saben desde que leyeron la letra A en la frente de nosotros. Recibí regalitos, varios SMS y un par de cosas útiles. Gracias. El viernes fue bello armonizado por los sones de Narnia y el crujido de las galletas y el chocolate, fondeados en mi bolso. Dormí feliz esos dos días y el sábado de pijamas todo el día, los bits de mi realidad me pegaron un par de bofetadas. Pedí, para variar callada, hoy no. Hoy no. De lunes a jueves tienen para discutir. No más gritos por favor. Los de mi cabeza ya son suficientes. Y para variar, llantos callados en el primer piso de una casa ajena y cercana... Y me vengo aguantando los llantos tantos rato, que el reproductor de lágrimas digital que tengo, se le está venciendo la póliza de garantía...

La fiesta estubo increíble. Con dejota y todo. Había amor por todos lados. Entre la bulla de Miranda! y el Brit; y las coreografías sobre la cerámica, opresivos y negados gritos del miedo fueron escondidos entre los glitter que exigía el sábado de fiesta. Mi fiesta. Hoy solo van quedando fotos que van perdiendo la resolución, cuando espero que se mueran los días acá arriba, y que el viento reseco salado, me borre del cuerpo, las huellas de amor dominical...

No me está haciendo bien.

Hay ratos que arrancan de la fosa común donde permanecen. Revientan atómicamente los desatinados. Me río de mentira. Hago ruidos con las palabras. Por el cable teléfonico transmito tufo a muerte. Y hallé el miedo más macabro. Me vi sola frente al monitor. Optando por no conectarme. Optando por la almohada testigo y asesina otra vez. Ahogándome en los kilogramos de penas no dichas, en el cóctel anti sinusitis y una dósis extra.

Y me dio más miedo y culpa. Y ahí me dije que ahora sí, que no sentía más. Me están doliendo las palabras. Si sabes que decir pues dilo ahora, me canta un extraño.

Hoy ando con miedo que nadie sea capaz de traducir el libro escrito en arameo que albergo en mi pecho. Lo peor, es que el jueves bien de nuevo. Teatro por favor. Y el finde escarchado también. Y sino, siempre está la alternativa de ahogarme en grados, como alguien escribió alguna vez... Esperando que sea lunes, y diciendo hellow realidad. Mientras, la cara partida gritando con la cinta adhesiva permanente, apretándome la boca.

Nunca es tarde para pedir ayuda dicen. ¿Pero para mí? El carro de emergencias pasó hace rato. Y en el teléfono de emergencias, suena el buzón de voz.

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