sábado, 10 de septiembre de 2005

¿CRUZANDO EL MIEDO?

Noche de Coproducciones. Esta vez, chileno-agentina.


Yo vi Diarios de Motocicleta en el verano. Me gustó la idea del irse y buscarse. Esta noche no vimos al Che ni a la Poderosa. Vimos a los tres que llevaban dos semanas de huida. Gente. Sin fronteras. Con las alas en forma de mochila de campamento. Y un pasaporte como llave del cielo. De ese cielo donde también quiero ir. Y Escapar. La noche se inició después del Oficio teatral que no es tanto. Tengo que leer Stanislawski y memorizar un par de textos para que la obra cobre vida. 50 minutos de espera. Hay una sonrisa plástica que me satura. Me bloquean las poses de catálogo. Corre un viento de los mil demonios. Pimeros síntomas de hipotermia y la brillante idea de un café al aire libre. O sea. Ellos tres son de Mendoza. No hablan en soberbio. Hablan el mismo idioma de la libertad ansiada. Del no ser lo que Hay que ser. Y eso me mueve y tienen mi atención mientras se respira el aroma a sueños no natos, y no míos solamente. Caminamos por el paseo idealizando la travesía y omitiendo las penurias. Y la pipa de la paz. Conmemoración fraternal. Y aparece una imagen también verde que invoca el poder. La yuta. Y cambiamos de aire, seguimos escapando. Cerveza y tallarines y música y libros y más historias. Y se sienten voces más felices que las mías.

Escición. Los empiezo a mirar a todos desde mi vitrina. Me da una rabia feroz internamente. No soy capaz de dejar todo aún. Me siento punto muerto. Y voy buscando el autoexilio dentro del vaso de vidrio. Dependo de la póliza que da el cartón con estampillas universitarias. Un seguro de vida contra frustraciones paternas. Y lo peor también, contra las propias. Y mientras ellos hablan más alto, de cosas que no me mueven, trato que no me huelan el miedo. No me siento bien me digo. No estoy del todo bien. Y al fin el Fin. Lavalozas y despedida.

El trayecto no tan mudo. Y no estoy enojada. Me sentí menos importante no más. Con menos opción. Con más de trescientos sesenta y cinco días, como mínimo, encerrada en esta pseuda realidad que no es ni mía ni comulga con las imágenes de mi cabeza. Sigo encerrada. Atada. Conozco las dimensiones de la burbuja. Físicamente tiene las propiedades para el salto. Para el estallido cuando sea "El Momento". Lo peor, Ya es El Momento. Se vive la hora en mi cabeza. Reedito el mismo día una y otra vez [como un eterno día de la marmota]. Y en vez de ser una jornada entretenida con gente que "adoptamos" por la noche, fue una noche frik. Una noche frik en donde me refregaron en la cara el No Puedo. El todavía No. Sigo en la placenta dependiendo del líquido amniótico que es mi propia vida que Ya No es mía. No vivo. Sobrevivo en la Tierra, mientras sueño con las alas que todavía no son mías. Sigo siendo humana. Maldición.

Soy incapaz de cruzar el miedo.

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