lunes, 12 de septiembre de 2005

ESO

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Eso que llamas ESO no es más que una canción que inicia tu piel cantando a coro cuando sueño a ser musa entre tus dedos. Cuando muere el día Once y suenan estallidos en otros lugares. Cuando no importan las lacrimógenas de magazine. Importan dolores ajenos enterrados en serigrafías y no en camposantos. El tiempo va muriendo lento mientras escondes tu miedo detrás del mío, siempre legible. Y egocéntricos y sanos nos escabullimos por la carretera buscando ESO. Y hacemos paréntesis entre la arena nevada y las olas, mientras mentimos al decir que no buscamos ESO. ESO no es mas que el verbo conjugado con mi pelo en tu cara en la armonía del viento. No es más que tu escultura de imágenes soñando en mi cabeza. Mientras las mías van renaciendo desde sus vidrios rotos en las tuyas más lejanas. Eso que llamas ESO es el guión infinito de tu aliento gritando mi nombre. Palabras escritas con tinta de egos que dudan. La pluma de preguntas no resueltas y límites imperfectos. Tus letras paganas que deletrean bendiciones en mis páginas. No es más que mi cuello alimentando tu miedo. Y el tuyo escribiendo en sinónimos. Eso que llamas ESO es la palabra con A que temo decirte y que temo No escuchar. Es la palabra que maldije cuando cruzaba el umbral de tus ojos y te entregaba mis fábulas. Es el concepto que da vida a otros, y a nosotros nos garantiza una muerte precoz. Y en este principio sin estrellas todavía, ESO es la llave de un dolor rondante.

Eso que llamas ESO se te escapó cuando el día se pintaba de negro. Arrancó entre tus candados, cuando me dijiste tu condena. Que no imaginabas tus días sin mi nombre. Eso que llamas ESO me tapó la boca.

Eso que llamas ESO se calla en las historias de finales finitos. Porque eso que llamas ESO tiene nombre y ya te dije con que letra empieza. Eso que llamamos ESO era la cláusula no dicha del contrato que firmamos. La letra chica que leímos tarde.

Eso que llamas ESO cobra vida cuando no decimos que es ESO. Y por eso ESO, vive cada vez que te muerdo los labios. Y tú, muerdes los míos.

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