martes, 20 de septiembre de 2005

Días de excesos y delirios que terminaron en lágrimas.

¿Te avisaron que los excesos provocan malestares posteriores?

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Partió con un Día uno de dos. Viernes de a dos bajo la luna voyerista y la noche negra testificando. Puntapié inicial que auguraba jornadas prósperas.

Y el Día dos. Viernes de tres. Fiesta popular. Celebración. Conversación con altos decibeles y auspicio de viñas. Números azules y brindis. Sin censuras. Una entrada dulce liviana y refrescante que extrañaban los músculos de mi cara que me hacen reír.

Día tres. Sábado de tríos. Almorzamos con mis padres. Los tres. Estrategia mediática para evitar el estrés de las formalidades y las preguntas del-qué-pretende-usted-con-mi-hija... Números azules otra vez. Y la siesta tripartita para cargar pilas. La noche promovió que otros tres se unieran. Y los vasos de a tres aumentaban. Y los licores de dieciocho. Pólizas de malestares al día siguiente que poco importaban. Y el exceso. Y bailo. Y me río más fuerte. Pero al final los tres decimos PARE. Buenas noches.

Día cuatro. Porque sí, para mí sí hubo día cuatro. Tarde de miserias y llantos eclesiásticos. Flores que brillaban bajo el halo de la muerte. Antónimo de mis días previos. Muerte no más. Que llegó el dieciocho para burlarse de todos los que de fiesta andaban. Y sin ser cercana sentí su tufo agrio en mi mejilla izquierda. Pisé la tierra de almas renacientes y recuerdos nomás. Y me sentí morir. Y busqué en la noche el alivio. Y no me sirvió. Me quedé callada entre tanta risa histérica. Buena idea que no fue tan buena.

Y hoy Día cinco. Lunes de descanso se supone. Lunes de responso que no debía ser. Y la muy irónica de nuevo se llevó a otro. Y mientras resuena su risa maldita de ayer, hoy las lágrimas venían más de cerca. Y no le bastó que me tubo ayer en camposanto. Pisé de nuevo la tierra del dolor por un cuerpo que ya no está. Sobredosis de lágrimas mal programadas.

Dos tardes de rezos y funeral.

Debí haber escuchado a mi mamá cuando escribí estos días. El exceso hace que te duela la guata. Lo malo, Mi Malestar no es solo un dolor de guata.

Son Números rojos que no se pasan con sales efervecentes.

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